¿Os habéis parado a pensar en algún momento cómo está la situación del sector del mueble en nuestro país? Pero no hablo de la venta de mobiliario, sino de la fabricación de mismo. Y es que desde que pisaron nuestro suelo grandes superficies como Ikea o similares, la fabricación de muebles ha quedado relegada a un segundo plano porque las tiendas especializadas buscan distribuidores que les ofrezcan los productos más económicos con el fin de poder poner a la venta mesas, camas o estancias completas a precios tan competitivos como los tiene Ikea.
Hace ya varios años que en ciudades como Alicante se debate la necesidad, o no, de poner un Ikea que cubra la demanda de toda la provincia ya que, hasta la fecha, los ciudadanos alicantinos que quieren comprar los productos del gigante sueco se tienen que desplazar hasta Valencia o Alicante.
El problema llegó cuando un empresario muy conocido, para bien y para mal, de la zona, Enrique Ortiz, fue quien pretendió ceder su suelo (o alquilarlo por un módico precio) a Ikea con el fin de que ellos construyeran su nueva nave en la ciudad pero sin poner ni un euro para la construcción de carreteras que llevasen hasta ese espacio por lo que debía ser el Ayuntamiento quien pagase la construcción de toda la circunvalación que se debía crear. Ante esto muchos sectores levantaron la voz de alarma, no solo porque es dinero público el que se iba a invertir para dar servicio a una empresa privada sin que el mayor beneficiario de todo, e propietario del suelo que es quien recibiría una importante suma de dinero anual de Ikea, invirtiera nada en la construcción de dichas carreteas. Además, se levantó el sector del mueble de la provincia que, lógicamente no querían un Ikea allí, y cuando se insinuó que el nuevo complejo tendría también un Centro Comercial con otras tiendas el sector que se levantó en armas fue el de la PYME, quienes aseguraron que crear otro CC en la ciudad (que ya tiene 4 más) implicaría la destrucción del comercio de barrio, quienes ya están demasiado aplastados de por sí.
Hasta ahí ya teníamos polémica de sobra pero ¿para qué parar si se puede generar más? Justo en ese momento, y con toda la razón del mundo, asociaciones ecologistas se unieron a la batalla campal porque, para colmo, las tierras del señor Ortiz que pretendía ceder para la construcción de Ikea están justo al lado de un paraje natural, Las Lagunas de Rabasa, que no es que estén muy bien cuidadas pero lo que queda de ellas estaría bien mantenerlo, e incluso ayudarlas a curarse de lo que la injusta mano del hombre les ha hecho tirando basura en su entorno e incluso en su interior (han sacado hasta coches abandonados del fondo de sus aguas).
Las asociaciones ecologistas aseguraron en ese momento que el impacto medioambiental de la construcción, y posterior uso, de esas inmensas instalaciones iba a terminar por acabar con lo poco que queda del paraje natural y, en mi opinión, tenían razón. Luego ya queda el tema del límite de ese paraje, que no está muy claro si parte de las tierras de Ortiz forman parte de él o no, pero ese es otro tema a debatir del que no tengo demasiada información.
La fabricación, la más afectada
Y todo este lío, al que no le quito importancia, pone en pie a medio Alicante porque se van a cargar las tiendas de la zona, sobre todo las que hay en un polígono cercano que, precisamente, están dedicadas a la venta de mobiliario. Pero nadie, y lo digo con todas las letras, N A D I E, se ha preocupado por las fábricas.
Según Tua Casa la llegada del mueble extranjero fue, como en otros sectores, poco a poco, pero no ha sido hasta hace pocos años cuando verdaderamente han notado la caída de ventas de forma tan exagerada. Y es que no se trata solo de Ikea, o de otros modelos similares aunque con menos notoriedad, sino también del pequeño y mediano comercio que prefiere comprar muebles fabricados en Asia y países del este de Europa porque salen más económicos y, lógicamente, pueden ser más competitivos con sus precios de cara al público final.
Ahora bien, también es bastante obvio que el mueble de fabricación española, al menos el tradicional, no tiene competencia con los muebles comprados al por mayor en estas fábricas extrajeras y fabricados como churros pero ¿a quién le importa ya realmente la durabilidad de ese mueble o la calidad del mismo? Estamos acostumbrados a usar algo X años y, cuando nos cansemos, tirarlo a la basura así que en realidad son muy pocos los que quieren comprar un mueble de madera de roble tintada con lacado especial que dure 30 años como mínimo si lo tratas bien.
Por eso precisamente es por lo que el mueble robusto, el de primera calidad, ha quedado relegado a un sector muy específico de la sociedad: mayores de 45-50 años que no quieren, o pueden, desplazarse hasta estas grandes superficies; personas don una filosofía de vida muy marcada sobre la durabilidad y el respeto por el medioambiente muy marcada, diseñadores de interiores y sus clientes de alto standing, y algunas personas que sí valoran este tipo de creación, ya sea artesana o no.
Diferencias
Pero ¿qué diferencias podemos encontrar realmente entre el mueble fabricado a gran escala con materiales económicos y el mueble de calidad?
Pues principalmente los expertos hablan de los materiales. Si bien no son los únicos, la mayoría de sus muebles son de “cartón”, o así es como llaman a este material algunos especialistas. Se trata de la prensa de partículas de madera mezclada con otros materiales más ligeros que recuerdan al cartón. Con ese material crean tablas de donde luego salen las piezas de sus muebles.
También tienen líneas donde predomina la madera más o menos natural, como la línea Hemnes, una de las más demandadas, pero el estilo de fabricación de dichos muebles, de forma industrial y a gran escala, hace que se consigan precios mucho más económicos, pero lo mejor de todo es que podrían serlo aún más (hasta un 70%) y no lo son porque el proceso de trabajo que realizan antes de poner el mueble a la venta supone un sobreesfuerzo. ¿El motivo? Que los muebles salen montados de sus fábricas y es posteriormente cuando los desmontan y embalan en los paquetes que compramos después sus clientes en sus tiendas abiertas al público.
Según ellos, este proceso lo siguen haciendo porque el cliente de Ikea disfruta montando sus propios muebles y si los vendieran ya montados, listos para instalar, perderían clientela. Yo creo que es un engañabobos en el que caemos la gran mayoría de nosotros pensando que los muebles nos salen más baratos allí porque los fabrican como churros, con una mecánica muy estudiada, y llegan hasta nosotros desmontados (por lo que se ahorran un paso), cuando en realidad son más económicos simplemente porque bajan la calidad de los mismos.
Cuidado, ¿te lo has creído?
Obviamente todo lo que he explicado en el párrafo anterior es una broma que inventó el diario humorístico “El Mundo Today”, los muebles no son desmontados específicamente para venderlos a posterior de ser fabricados completos ni mucho menos, pero el hecho de que muchos nos lo hayamos podido llegar a creer demuestra que estamos abiertos a creer cualquier cosa, incluso aquellas que nos cuentan milongas para vender más, mejor y más rápido.
Y que conste que no me estoy metiendo con ellos, entiendo a quienes prefieren comprar un mueble de Ikea antes que otro tipo de mobiliario, y también entiendo su empresa, funciona y es rentable ¿no? así que no hay más que hablar. Lo que pasa es que no tiene sentido que levantemos la voz pensando en las ventas o en la calidad de lo que compramos cuando estamos dejando morir cientos de fábricas españolas por el camino sabiendo que, en realidad, esas fábricas podrían ser lo que salvaría a nuestro país de una catástrofe similar a la ocurrida ahora por culpa de la pandemia ya que la industria (sea de la índole que sea) es la que podría seguir funcionando y salvando económicamente el país si el turismo cae.
Así que esto que escribo no es tanto un llamamiento al apoyo del sector de la fabricación del mueble sino a cualquier tipo de fabricación. Si apoyamos a la industria española, estaremos salvando nuestro cuello ante posibles catástrofes como la vivida e incluso, simplemente, ante la posibilidad de que los gustos de los turistas extranjeros cambien y prefieran bajar a otras playas en otros países antes que a nuestra costa.
No se trata de demonizar al sector turístico, me parece estupendo que exista y que siga creando empleo. De lo que se trata es de no dejar todo el peso de nuestra economía en una única pata de la mesa, hay que poner más patas, muchísimas más, de modo que si una se quiebra, el resto puedan aguantar el peso del tablero de la mesa.