Salamanca en un día

No había estado nunca, y tampoco me llamaba demasiado la atención por lo que si no se hubieran conjugado los astros para que el azar me llevase hasta allí, creo que nunca habría visitado Salamanca por voluntad propia. Lógicamente no es que tuviera nada contra la ciudad, es que simplemente siempre que pensaba en escapadas de fin de semana o puentes me venían otros destinos a la cabeza.

Al final el destino, ese en el que no creo demasiado, me acabó llevando el fin de semana pasado a Salamanca, por cuestiones que no veo necesario comentar, pero sí importante mencionar para remarcar mi grata sorpresa al conocer esta maravillosa ciudad.

Supongo que teniendo más tiempo las coas hubieran sido más tranquilas pero como yo solo disponía de poco más de 24 horas, las visitas turísticas tenían que ser ligeras en tiempo pero de muy buena calidad.

Me alojé en este casa rural de lujo en Salamanca y he de decir que también fue una grata sorpresa por la originalidad de su decoración. Cada habitación tiene un estilo propio y único que las hace especiales y eso es algo digno de mención en un momento como el que vivimos ahora mismo, donde todo está inventado y donde encontrar algo verdaderamente original es más difícil que encontrar una aguja en un pajar.

Todo en un día

La parte positiva de intentar ver todo en un día es que, por suerte, lo más importante está localizado en la misma área de la ciudad y eso hace posible que movernos de un espacio a otro sea bastante sencillo.

Siguiendo los designios de las webs que encontré sobre Salamanca (más que anda porque no tuve ni tiempo a preparar nada de viaje), empecé mis visitas turísticas por la Plaza Mayor. Sabía que era grande, y bonita, pero no esperaba que tanto. Me pasó algo similar a lo que viví cuando fui a Roma y caminando entre callejuelas vi de pronto cómo se alzaba el Panteón de Agripa, imponente, gigante, como si alguien lo hubiera metido con calzados entre tanto edificio.

La plaza es inmensa y cada rincón tiene su vista especial del paisaje. Por lo visto fue un obsequio de Felipe V después de que la ciudad apoyase a las tropas durante la Guerra de Sucesión. Su estilo es churrigueresco, que hasta hace cuestión de unas horas no sabía ni lo que era, de hecho habría pensado que tendría algo que ver con la forma de los churros pero no, nada más lejos de la realidad, y terminó de construirse en 1755.

De ahí a la Catedral de Salamanca, que por si no lo sabéis son dos. La catedral nueva, de estilo gótico, se acabó en 1733 (como veis, una fecha muy cercana a la de la finalización de la plaza mayor), pero su construcción duró más de dos siglos. Ahí es nada…

Es una catedral muy bonita, y muy grande, pero la que realmente capó toda mi atención es la catedral vieja, más pequeña sí, pero más hermosa. Es románica y la famosa Torre del Gallo es una auténtica maravilla arquitectónica.

Tampoco podemos perdernos el Palacio de Anaya, que no es que sea el más bonito del mundo pero sí uno de los más representativos del neoclásico español. Data de 1760 la finalización de su construcción y a día de hoy es la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca.

De ahí me fui a ver la Casa de Lis, con una de las fachadas más extrañas que he visto jamás. Un edificio modernista de principios del siglo XX que se alza sobre la muralla de la cuidad. Actualmente es el Museo de Art Nouveau y Art Decó. Yo no entré, me valía con verlo desde fuera la verdad.

Y, por supuesto, la Universidad de Salamanca, que cuenta con una de las fachadas más fotografiadas y estudiadas de la historia de nuestro país. Fue fundada a principios del siglo XIII por Alfonso IX toparte con ella de frente es como jugar a “Dóde está Wally” pues entre sus múltiples relieves hay una rana posada sobre una calavera, algo que todo el mundo que visita la ciudad quiere encontrar aunque se pase horas buscando. Yo no tardé tanto, pero reconozco que es muy difícil encontrarla, muy mucho.

Y otro edificio al que hacerle un par de fotos por su emblemática fachada es La Casa de las Conchas, una mansión señorial de finales del siglo XV que cuenta con más de 300 conchas en la fachada.

Y mi viaje acabó aquí, ya no pude ver mucho más en 24 horas, pero me quedo con más cosas que ver en la próxima, así tengo excusa para volver a visitar la ciudad: el convento de San Esteban, el huerto de Calixto y Melibea, el puente romano, el convento de las Dueñas, la Clerecía, leronimus, el Palacio de Monterrey, la cueva de Salamanca, el Palacio de la Salina, el Mercado Central, el colegio Arzobispo Fonseca, la casa-museo de Unamino, la iglesia de San Marcos, las Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca, el Pozo de las Nieves y la Casa de las Muertes.

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