Jugar a disfrazarse es una necesidad que casi todos los niños muestran por su cuenta, sin que nadie haga hincapié en ello. Muchos llegan incluso a pasar una etapa en la que salir disfrazado de casa se convierte en un ritual, y creo que como sociedad nos hemos hasta acostumbrado. Facilitarles un baúl con disfraces y accesorios en su espacio de juego hará que disfruten mucho, además de aportarles beneficios a nivel pedagógico y emocional.
Beneficios
Hay un momento, normalmente alrededor de los tres años, en que los niños empiezan a explorar jugando a ser otros. Es lo que se conoce habitualmente como juego de roles, y es en este momento cuando suelen empezar a adorar los disfraces.
El juego de roles es un tipo de juego en el que los niños imitan el papel de los adultos, los personajes que ven, lo que les gustaría ser…en definitiva se trata de ser alguien o algo que no son, y reflejan, a través de este juego, las acciones y la forma de ser… que se supone que estos personajes, que están imitando, llevarían a cabo. Este tipo de acciones contribuyen al desarrollo integral del niño ya que les facilita la oportunidad de desarrollar la imaginación, el lenguaje, la interiorización de normas, la expresión de sentimientos, la autonomía y el disfrute.
El valor de este juego como recurso de aprendizaje es indiscutible, y aunque buscar estos beneficios no debería ser un fin en sí mismo, jugar a disfrazarse les aporta:
- Autonomía. Adquirir habilidades para la vida real poniéndose y quitándose prendas, trabajando la psicomotricidad fina y gruesa sin ser conscientes, les ayuda a conseguir ser capaces de vestirse y desvestirse sin ayuda, que les será muy útil, por ejemplo, a la hora de conseguir controlar esfínteres.
- Desarrollo de la creatividad e imaginación. Inventar personajes y situaciones, y desarrollarlas, potencian estas habilidades, así como su expresión.
- En este tipo de juego en el que hacen de alguien tienen que pensar que diría y en qué contexto, lo que desarrolla vocabulario, expresiones e incluso lenguaje corporal. Esto ocurre también porque en estas situaciones pueden utilizar expresiones o palabras que no usarían normalmente, además de que es una excelente situación para practicar, jugando.
- Expresa sentimientos y elimina barreras. En este tipo de juego, donde pueden ser quienes quieran, el tipo de personaje elegido puede tener que ver con algo que el niño desea expresar y por su corta edad no sabe cómo. Además, les ayuda explorar los límites que ellos mismos sienten, y que dejan de existir mientras son otra persona. Es por ello, que su uso en terapías infantiles está tan extendido ya que ayuda a los niños a salir de sí mismo y a sentirse más libres, poniendo de manifiesto, para los adultos, problemas o dificultades.
- Estimula la memoria. Al elegir personajes de cuentos o películas que hayan visto u oído, querrán reproducir sus palabras y las conversaciones que se dan en ellos, por lo tanto intentan recordarlas y van desarrollando la capacidad de memorizar.
- Desarrolla la empatía. En esta etapa en la que el cerebro de los más pequeños todavía no está maduro, salir de lo que yo soy, lo que yo siento, lo que yo pienso, es complicado. Sin embargo, al convertirse en otras personas son capaces de ir aproximándose a los que otros pueden experimentar en las distintas situaciones, y eso cumple una función esencial en el desarrollo de algo tan positivo como la empatía.
- Asimilación de normas. De igual forma que con la empatía, cuando juegan y desarrollan escenas en las que son otros, asimilan de forma inconsciente las normas que rigen las relaciones humanas. Algo que por sí mismo es difícil de inculcar, y que aquí surge de manera espontánea.
Por lo tanto, cada vez que un niño se disfraza está adquiriendo conocimientos que les serán útiles durante su desarrollo y en la vida adulta.
Disfraces seguros
Para que el juego con disfraces sea seguro, según la Asociación Española de Fabricantes de juguetes, “los disfraces dirigidos a niños entre 1 y 14 años deben cumplir unos requisitos de seguridad necesarios para garantizar que el juego no entrañe ningún riesgo para el niño”.
Dentro de esos requisitos, lo principal es que el disfraz cumpla con la legislación vigente en nuestro país. En la Unión Europea, tiene que incluir la marca CE, que indica que “el disfraz es conforme a las disposiciones de la Directiva y que, salvo prueba que demuestre lo contrario, garantiza que cumple los requisitos legales sobre seguridad de sus usuarios”. Además, también debemos asegurarnos de que aparece el nombre del fabricante o importador, la edad recomendada y muy importante especificar que el material con el que está hecho no es inflamable. Es muy triste recordar casos en los que niños han fallecido o sufren de heridas por quemaduras, por haber usado prendas que no estaban fabricadas adecuadamente.
En cuanto a los accesorios, hemos de comprobar que no lleva cordones largos que puedan suponer riesgo de asfixia y que las máscaras y caretas tengan unos orificios que garanticen la posibilidad de respirar a través de ellos.
Los cosméticos que se venden también para estos fines deben estar debidamente etiquetados incluyendo la descripción de los componentes, fecha de caducidad y datos de contacto del responsable del producto.
Los disfraces de los adultos, aunque ya no tengan la consideración de juguete, en España deben cumplir con las especificaciones en materia de requisitos físicos, mecánicos, de inflamabilidad y de elementos químicos descritos por las normas EN 71-1, EN 71-2 y EN 71-3. La seguridad es algo muy importante, y no solo para los niños.
De qué nos disfrazamos
Por suerte, el disfraz se ha convertido en algo habitual en nuestro entorno. Es cierto que las empresas especializadas en la venta de disfraces sitúan el 40% de sus ventas anuales en la celebración de Carnaval, aunque ahora, con el auge de nuevas fiestas como Halloween, la tendencia está cambiando.
La preferencia a la hora de elegir disfraz depende mucho de los protagonistas de películas y series más famosas de la actualidad y suelen ser esos trajes los más demandados del momento. Aunque no son los únicos, ya que ahora disfrazarse en las despedidas de soltero y soltera también es tendencia, y cómo no, los cumpleaños temáticos, que están aumentando la demanda de fiestas en la que tanto vestimenta como decoración tienen que hacer referencia a la estética del personaje elegido. En estos casos, lo que nos recomiendan los expertos de La casa de los disfraces es contar con la ayuda de profesionales que puedan ofrecernos un catálogo amplio, en el que podamos elegir, ya sea en tienda física u online, todos los productos de una misma calidad, para que el evento no se vea deslucido.
Al margen de que el disfraz se hay convertido en algo mucho más común y de que conozcamos todos los beneficios que su uso pueda aportar a nuestros hijos de forma lúdica, no podemos olvidar que el juego tiene validez por sí mismo, y es que, aunque aprender jugando es lo natural en los niños, es importante recordar que la sensación principal que buscamos al jugar es pasarlo bien. Disfrutar, en definitiva. Los niños necesitan jugar, es la forma en que ellos se expresan y van dándole sentido a todo su mundo. Por lo tanto, jugar se sitúa al mismo nivel que otras necesidades o derechos. Eso no quita que sepamos todo lo que les aporta un juego, pero la realidad es que ellos necesitan juego libre: démosles un baúl cerrado y dejemos que sean los que descubran un mundo nuevo, lleno de posibilidades. El aprendizaje va a llegar seguro: si puede ser jugando, mejor que mejor.