Dos de cada 10 jóvenes que logran independizarse viven en casas cedidas por la familia. Es decir, su independencia es relativa. En la mayoría de los casos, estas viviendas requieren reformas para poder ser habitadas.
Puede ser la casa de la abuela o el domicilio familiar. Una vez que los padres se han jubilado, se trasladan a su pueblo de origen o a su segunda residencia en una zona costera y ceden la vivienda al hijo. Esta es la primera vivienda propia que ocupan muchos jóvenes en España. Para ello suelen pagar un alquiler a la familia, pero ese alquiler es flexible. Es decir, si el joven atraviesa una etapa complicada económicamente, el pago de la renta se perdona.
En ocasiones, algunas de estas viviendas, que llevan años desocupadas o sobre las que no se ha realizado un mantenimiento adecuado, deben ser objeto de reformas que costean los padres antes de que los hijos vivan en ellas.
Es el caso de Ruth. Una administrativa de 30 años que trabaja en Madrid, pero que vive en una casa heredada de la abuela en un pueblo de Toledo. Allí se trasladó a vivir con su novio, después de buscar infructuosamente un piso en alquiler asequible para los dos por los barrios de la capital. Cada día para ir a trabajar debe tirarse más de una hora de coche, pero están contentos. Por fin, la pareja pueden vivir juntos.
Vivir en la casa de la abuela no es sencillo. Es una casa vieja de pueblo y cuando no hay que revisar el techado, porque se han movido las tejas hay que inspeccionar las antiguas tuberías de plomo que tienden a atascarse. Por suerte, sus padres les ayudan a costear las reformas que van surgiendo. Si no, ellos no podrían acometerlas.
Jordi Muiños, que trabaja de teleoperador, vive en el piso que la familia tiene en el Clot, un barrio de Barcelona. Cuando sus padres se jubilaron regresaron al pueblo de Lugo del que procedían. Paga por el piso menos de lo que pagaría por una habitación en una vivienda compartida en Barcelona.
Los jóvenes se niegan a comprar vivienda.
Tal y como señala el rotativo económico Cinco Días, solo el 19% de los jóvenes entre 18 y 29 años viven fuera de la casa de los padres. De ellos, un 44% vive de alquiler. La compra de viviendas por parte de la juventud se ha desplomado en los últimos 10 años más de un 50%.
Destaca el porcentaje de jóvenes que viven en viviendas compartidas. Bien porque alquilan directamente habitaciones o porque se reúne un grupo de jóvenes y alquilan entre todos un piso, igual que sucedía antes con los pisos de estudiantes.
Según datos del Consejo de la Juventud, el 51% de los demandantes de pisos compartidos son jóvenes de entre 18 y 25 años. Entre los 26 y los 35, el porcentaje desciende a un no menos desdeñable 29%.
Parece que compartir piso se ha convertido en la solución más factible para poder afrontar el problema de la vivienda. Sin embargo, esta alternativa lastra los anhelos de independencia de los jóvenes. Por ejemplo, compartir piso con otras personas dificulta la tendencia natural de que las parejas decidan irse a vivir juntos y emprender, de esta manera, una vida en común.
Para facilitar la independencia, la cesión de viviendas propiedad de la familia parece haberse transformado en una alternativa factible. Actúa como una especie de mecanismo de solidaridad intergeneracional. Se pone en marcha, principalmente, porque se puede.
A principios del siglo actual, durante el boom de la vivienda, muchas familias trabajadoras lograron hacerse con un pequeño patrimonio inmobiliario. Las familias invertían sus ahorros en comprar una segunda vivienda. Algunas familias pretendían con esta acción dejar una pequeña herencia a sus hijos.
A esto se le une la herencia de las generaciones precedentes. Cuando los abuelos mueren, algunas familias se resisten a vender la vivienda de sus padres por el valor emocional que encierra. Fue la casa familiar en la que ellos crecieron y suele contener multitud de recuerdos.
Hoy se utiliza este patrimonio para que los hijos se puedan independizar.
La inestabilidad laboral está en la base de todo.
El Economista subraya que el 83% de los jóvenes menores de 35 años no pueden independizarse aunque quieran. La revista económica atribuye esta situación a la inestabilidad laboral y al alto coste de la vivienda.
Según el I.N.E., el paro entre los menores de 24 años alcanza el 28,36%. El dato más alto de la Unión Europea. En nuestro país hay 485.500 jóvenes desempleados. Esto contrasta con que, posiblemente, tengamos la generación mejor preparada académicamente de la historia. Junto al acceso a la universidad, que a pesar del incremento de las tasas se ha mantenido estable, se le suma un desarrollo de la Formación Profesional ligada a la especialización profesional y a las necesidades del mercado laboral. A pesar de ello, nuestros jóvenes tienen dificultades para desarrollarse profesionalmente.
Dentro de los jóvenes que trabajan, el rasgo principal de su situación es la inestabilidad. Aunque los medios de comunicación señalan que cada vez se firman más contratos indefinidos, las sucesivas reformas laborales que se llevan a cabo en nuestro país desde 1991 hacen que un contrato indefinido no sea ninguna garantía de estabilidad. Un trabajador con poca antigüedad puede ser fácilmente despedido aunque tenga un contrato de trabajo indefinido. Ahora las empresas pueden despedir por causas objetivas, como por ejemplo el descenso de la facturación o de la entrada de encargos. Los jóvenes suelen ser los principales perjudicados por estos reajustes de personal.
Cualquier joven que haya accedido al mercado laboral es consciente de que igual que tiene trabajo hoy, puede ser que lo pierda el día de mañana. Ante esta incertidumbre es complicado que se puedan plantear un plan estable de futuro en el que esté incluida la compra de una vivienda.
El alto precio de la vivienda y las dificultades para acceder a una hipoteca por parte de los jóvenes es otro de los factores que dificultan su emancipación. Ante esta inaccesibilidad a la compra, todo apunta a que el alquiler debería ser la alternativa para los jóvenes. Pero los alquileres hace años que se han desbocado. Entrando en una espiral de especulación donde alquilar un piso para una pareja joven se convierte en una odisea.
El precio medio del alquiler de un piso en Madrid está en 1.776 € al mes y en Barcelona en 1.112. Estamos hablando de más de lo que cobraría un joven con trabajo. Se supone que el precio de la vivienda no debería superar el 30% de los ingresos familiares. Si consideramos una pareja de jóvenes como una unidad familiar, el precio de los alquileres supera el 50%.
Las reformas en las casas cedidas.
Desde aquí podemos entender como las familias que pueden, ceden sus viviendas familiares a sus hijos para que se puedan independizar. Sin embargo, como bien nos dicen los arquitectos técnicos de Plan It, un estudio de arquitectos de Elche que además de gestionar certificados energéticos acometen reformas de viviendas, una buena parte de estas viviendas familiares requieren reformas para poder ser habitadas con comodidad.
En los años de bonanza puede ser que las familias trabajadoras pudieran comprar viviendas de segunda y hasta tercera residencia, pero su mantenimiento resulta complicado. Estas son algunas de las reformas más habituales que suelen realizar en estos casos:
- Actualización de las instalaciones eléctricas y de fontanería. Muchas viviendas antiguas tienen instalaciones eléctricas y de fontanería obsoletas que suelen crear problemas en el día a día. Dando lugar a incidentes tales como cortocircuitos, atascos de tuberías o fugas de agua.
- Renovación de la cocina y el baño. Estas son las reformas más habituales que se realizan en los domicilios y desde luego, estas viviendas no están exentas de ellas. En ocasiones, los baños o las cocinas no resultan funcionales.
- Acondicionamiento de suelos y paredes. Pintar las paredes del piso o de la casa o cambiar el suelo en zonas que han quedado desgastadas suelen ser una de las reformas más habituales en estas viviendas. En ocasiones, las viviendas antiguas se enfrentan a problemas más graves, como la aparición de humedades o la irrupción de grietas.
- Mejora del aislamiento térmico y acústico. Este es un problema de primer orden. Las viviendas antiguas suelen tener deficiencias de aislamiento. Esto se traduce en que llegan a ser frías en invierno y calurosas en verano. Requiriendo un mayor consumo energético para poder climatizarlas.
- Revisión del techado. Este es un problema habitual en las casas de pueblo de segunda mano. Casas que a lo mejor llevan más de 100 años en pie. Se trata de casas con el tejado de tejas que por la acción del viento las tejas pueden haberse movido creando goteras y humedades en el interior de la vivienda.
Bien sea porque la casa lo necesita o porque los jóvenes que las habitan quieren adecuarlas a sus gustos y necesidades, las reformas en estas viviendas cedidas están a la orden del día